Las organizaciones de capellanes son una realidad relativamente nueva en la Argentina, pero no es tan novedosa en el resto del mundo.
Países de gran desarrollo como los EEUU de América o los integrantes de la Unión Europea así como el Reino Unido, tienen el servicio de capellanes instrumentado desde hace mucho más de un siglo. Esto es así en respeto a las más altas normas del derecho humano a recibir asistencia espiritual y que ésta en lo posible provenga de ministros de su misma fe. Algo que está totalmente vinculado a los principios de libertad de culto y asimismo de igualdad ante la ley.
En los países vecinos, tales como Chile, Paraguay y Brasil, la existencia de la capellanía está totalmente reconocida y protegida adecuadamente por las leyes nacionales.
En muchos de los países mencionados anteriormente la tarea del capellán está remunerada y/o subsidiada.
Como dijimos antes, el capellán está vinculado a la libertad de culto, y por esa razón existen alrededor del mundo capellanes de toda clase de confesiones de fe: Islámicos, judíos, mormones, hinduistas, budistas, y por supuesto también de todas las variantes del cristianismo, desde la populosa Iglesia Católica Romana, hasta las más minoritarias expresiones cristianas.
La Iglesia Católica Romana, por su carácter de fundadora en muchos estados como el nuestro, y por ser también ella misma un Estado, ha firmado concordatos y acuerdos con los gobiernos argentinos desde el siglo XIX, para prestar capellanías en las entidades públicas, de las FFAA y de las FFSS.
La realidad de la sociedad argentina ha variado substancialmente desde el SXIX a la fecha, tanto en la composición del “mapa de la fe”, como también los criterios relacionados al respeto de los DDHH.
Por lo que la necesidad de la existencia de capellanes que cubran con mayor amplitud el espectro de las confesiones se ha hecho evidente.
Muchos de estos conceptos se están teniendo en cuenta en los anteproyectos de la futura Ley de Libertad Religiosa que tiene tratamiento en el Congreso de la Nación en estos días. Pero desde nuestro punto de vista, lo mejor es comenzar la construcción de realidades desde la institución de mayor cercanía a la gente: Municipios, Oficinas de Acción Social, Consejos pastorales y demás organizaciones intermedias.